Antes de que llegara el personaje a retratar, ya tenía todo preparado: un par de flashes con la luz de modelado como única fuente de iluminación del espacio, dos sillas enfrentadas y la música de fondo para amenizar el ambiente.
A algunos de los retratados me une una importante relación de amistad y de admiración; a muchos otros sólo esto último, al menos hasta el momento de vivir cada una de las sesiones. Así que al llegar, una pequeña visita guiada por mi estudio conseguía que comenzáramos a romper el hielo, a ganar confianza.
La tensión siempre es inevitable cuando nos vemos sentados uno frente al otro: él o ella, en una silla iluminada en el centro de una sala oscura, y yo en la penumbra a escasos dos metros, con una cámara.
En la mayoría de las ocasiones les explicaba cómo podían desenvolverse ante aquellas luces para salir airosos del envite. Sólo una manera de empezar porque a medida que iba transcurriendo la sesión, menos importancia tenían mis explicaciones.
A lo largo de estos años me he sentido muy cómodo al retratar en diferentes campos de la fotografía: moda, editorial, música o a nivel personal. Sin embargo, en «Miradas de una ciudad» me he sentido diferente. Mientras en los primeros casos sabía con certeza lo que buscaba de cada persona y sólo tenía que dirigirla para conseguir el resultado deseado, en este proyecto no sabía lo que iba a ocurrir.
«¿Cómo me pongo?», «¿Qué hago?». Todos me preguntaban eso al sentarse frente a mí. No tenían que hacer nada. Sólo mirarme. Lo importante eran sus miradas. Pero para eso necesitábamos complicidad. Por ello, la mayor parte de las sesiones las pasábamos hablando uno frente al otro, conociéndonos y hablando sobre nuestras respectivas vidas, de nuestras inquietudes y formas de ver el mundo, divagando e intentando encontrar la razón por la que una ciudad con tanto talento permanezca dormida.
Los retratos empezaban a surgir a medida que iba desapareciendo la tensión inicial, a medida que ambos empezábamos a sentirnos cómodos y relajados.
Forman parte de la exposición 73 personas con las que he compartido momentos muy íntimos que se pueden ver reflejados en sus miradas, pedacitos de ellos que siempre llevaré conmigo.